6.1.09

QUASIMODO. Y DE PRONTO ES LA NOCHE.



Escribe Gianni Siccardi, autor de estas versiones, acerca del movimiento hermetista, vanguardia que ya hemos abordado en este espacio, a través de la obra de Eugenio Montale y Giuseppe Ungaretti:

El poema hermético requiere ser leído en soledad, bajo la luz de la lámpara. El poeta se habla a sí mismo, el lector se habla a sí mismo. Después de escribir, el poeta se conoce un poco más, el lector también. No es poesía intimista, es poesía interior.

Transcribimos a continuación, algunas versiones hechas por Siccardi de Salvatore Quasimodo (1.901—1.968), que completa la sagrada trilogía de los hermetistas italianos.


Y DE PRONTO ES LA NOCHE

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra
traspasado por un rayo de sol:
y de pronto es la noche.


ELEGÍA

Helada mensajera de la noche,
has retornado límpida a los balcones
de las casas destruidas para iluminar
tumbas desconocidas y restos abandonados
de la tierra humeante. Aquí descansa
nuestro sueño. Y te diriges, solitaria,
hacia el norte, donde las cosas corren
sin luz hacia la muerte; y tú resistes.


CON EL SENTIMIENTO DE LA MUERTE

Arboles azules
donde el sonido más dulce emigra
y nace el gusto por las nuevas lluvias.

En una hoja, dócilmente,
la luz oscila
en nupcias con el aire;

y con el sentimiento de la muerte,
estoy aquí, aterrado de amor.

POEMA DE AMOR

El viento vacila, exaltado, y levanta
las hojas sobre los árboles del parque,
la hierba rodea
los muros del castillo, las chatas
areneras desfilan sobre el Gran Canal.
Irritante, desquiciado, este es un día
que vuelve del hielo, como tantos, no se detiene,
exige. Pero tu estás aquí y ya no hay
limites: violenta entonces a la inmóvil muerte
y tiende nuestro lecho de vivos.


BASTA UN DÍA PARA EQUILIBRAR EL MUNDO

La inteligencia, la muerte, el sueño,
niegan la esperanza. En esta noche,
en Brasov, en los Cárpatos, entre árboles
ajenos, busco en el tiempo
a una mujer amada. El calor resquebraja
las hojas de los álamos
y me digo palabras que no conozco,
repaso tierras en el recuerdo.
Un oscuro jazz, canciones italianas
zozobran en el color de las pupilas.
En el estruendo de las fuentes
se ha perdido tu voz:
basta un día para equilibrar el mundo.


LOS SOLDADOS LLORAN DE NOCHE

Ni la cruz ni la infancia
bastan para destruir la guerra,
ni el martillo del Gólgota,
ni la memoria angélica.
Los soldados lloran de noche
antes de morir. Son fuertes, caen
a los pies de las palabras aprendidas
bajo las armas de la vida.
Números amantes, soldados,
anónimos estrépitos de lágrimas.


ISLA DE ULISES

La antigua voz se ha detenido.
Oigo resonancias efímeras,
olvido de plena noche
en el agua estrellada...

Del fuego celeste
nace la isla de Ulises.
Lentos ríos arrastran arboles y cielos
en el fragor de las orillas lunares.

Las abejas nos traen el oro, amada:
tiempo secreto, tiempo de mutaciones.

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